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Violencia económica: Conducta normalizada que afecta a las mujeres

En un sector del Gran Santo Domingo, Ana (nombre ficticio), una mujer de 32 años ha dedicado su vida a cuidar de sus tres hijos. Desde su matrimonio con Luis (nombre ficticio), su mundo se ha reducido a las cuatro paredes de su hogar. Aunque Ana soñaba con ser diseñadora gráfica, sus aspiraciones se desvanecieron ante la dura realidad de responsabilidades familiares y un esposo que no valoraba su esfuerzo.

Cada vez que Ana intentaba expresar sus deseos o necesidades, se enfrentaba a comentarios desalentadores. “Lo que ganas no da para gran cosa, ‘tate tranquila ahí’”, le decía su cónyugue al mencionar la posibilidad de aprender un oficio que le permitiera generar ingresos extra. Él se encargaba de las finanzas del hogar, pero su salario apenas alcanzaba para cubrir lo básico, y, además, recurría a la violencia verbal. Cuando buscaba apoyo en amigos o familiares, estos le respondían con frases como: “Eso no es nada, aguanta que tú no tienes para dónde coger”.

Con el paso del tiempo, la situación económica de ella se tornó más complicada. Luis se negaba a cumplir a con los compromisos económicos del hogar, dejando prácticamente toda la carga sobre sus hombros. “Tienes tres muchachos, ¿vas a salir a coger más trabajo?”, le recordaba cada vez que ella solicitaba ayuda con los gastos familiares. Así, Ana aprendió a vivir con lo mínimo, mientras su autoestima se desmoronaba lentamente.

Esta historia, aunque ficticia, refleja una realidad preocupante: las conductas normalizadas en muchas relaciones laceran no solo las finanzas de las mujeres, sino que también las convierten en víctimas potenciales de violencia verbal e incluso física. Este es un tema urgente para abordar especialmente en el contexto del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

Según datos de la Oficina Nacional de Estadística (ONE), cerca del 21% de la población femenina en República Dominicana ha indicado ser víctima de violencia de género. Esta forma de violencia doméstica se manifiesta a través de conductas como el robo de dinero, restricción de recursos del hogar, retención del dinero o manipulación financiera para mantener a la mujer en una posición subordinada, donde no tiene “ni voz ni voto” sobre cada centavo que genera.

Frases como: “Mija, búscate un hombre que te mantenga, no importa que sea mayor”, “Son tres muchachos que tienes; piénsalo bien antes de dejar a ese hombre por esa tontería”, “tú lo que ganas son dos cheles; aguanta eso no es nada” o “Ese hombre te tiene bien, olvídate de estudiar”, son solo algunas expresiones que perpetúan la presión social y mantienen atrapadas a muchas mujeres en un ciclo del cual parece no haber salida.

¿Qué hacer?
El primer paso es reconocer la situación. Muchas mujeres creen que no pueden salir adelante sin el apoyo económico masculino. Sin embargo, es posible generar ingresos propios y así no depender económicamente de nadie para adquirir medicamentos o productos personales.

Existen también víctimas que tardan más en reconocer su situación: aquellas mujeres que trabajan —sin importar si ganan más— pero entregan su salario completo al cónyuge para beneficio personal. El problema radica en la falta de control sobre sus propios recursos y en esquemas financieros poco saludables.

Es esencial que los padres animen a sus hijas a convertirse en profesionales y alcanzar independencia económica; esto les servirá como herramienta para evitar ser víctimas de violencia de género.

Asimismo, es fundamental educar a los varones sobre la importancia de compartir equitativamente la administración de los recursos en una relación sana y equilibrada.

Algunas señales
La violencia económica se manifiesta en diversas formas y entre sus consecuencias está la afección a la autonomía de las parejas. Puede incluir el incumplimiento de responsabilidades financieras, donde uno elude contribuir con gastos del hogar y la manutención de los hijos, cuando son padres separados.

También se observa en el control del dinero, que impide a la mujer acceder a recursos o prohibirle estudiar. Esta dinámica crea dependencia.

A tomar en cuenta

  1. Identificación. Reconocer señales de control en el acceso a los recursos financieros es el primer paso para erradicar esta práctica que vulnera las finanzas de muchas mujeres.
  2. Independencia. Mantener la independencia financiera es esencial para empoderar a las mujeres. Tener control sobre sus propios ingresos les permite tomar decisiones autónomas.
  3. Enseñanza. Enseñar a los hijos sobre la importancia de la educación y la independencia financiera es crucial. Fomentar estas habilidades desde pequeños les ayudará a ser más seguros.
  4. Orientación. Buscar una red de apoyo, como un asesor financiero o un terapeuta especializado en violencia de género e intrafamiliar, puede ser fundamental.
  5. Capacitación. Asistir a talleres de finanzas proporciona conocimientos prácticos y ayuda a identificar conductas “normalizadas” que perpetúan el abuso económico.
  6. Comunicación. Establecer un diálogo claro con la pareja sobre los recursos del hogar es esencial. Fijar límites y acuerdos financieros fomenta una relación más equitativa y saludable.