Motivos por los que el pescado blanco no puede faltar en tu cocina

El pescado siempre ha sido un imprescindible en la dieta mediterránea, por su gran aporte de proteínas, nutrientes y vitaminas. Los expertos recomiendan comerlo, al menos, dos veces por semana, aunque todavía existen dudas con respecto a las diferencias entre el pescado blanco y el pescado azul. ¿Sabes diferenciarlos?

Aunque ambos pescados son realmente beneficiosos para la salud y, por ello, no puede faltar en nuestra alimentación, hay una diferencia fundamental entre el pescado blanco y el pescado azul que es el contenido de grasa que tienen. Mientras que el primero, también llamado pescado magro, se caracteriza por su bajo contenido en grasa (el promedio está entre 0,1 y 2%), los peces azules contienen entre un 6 y un 12% de grasa.

 
 Esto se debe a que los blancos desarrollan menor cantidad debido a que tienen menor movimiento y no necesitan disponer de más energía para su desarrollo vital, al contrario que los azules, que acumulan grasas para hacer largas migraciones y para moverse a distancias más amplias que los blancos.

Otros de los factores que determinan sus características físicas y, por lo tanto, sus propiedades son la forma en la que se han criado (salvaje o piscifactoría), la temperatura de las aguas, la alimentación de los animales, su edad o la época en la que han sido capturados.

A simple vista, no puedes ver esta diferencia básica y fundamental, pero sí puedes notar cuál es un pescado azul y cuál es blanco porque los blancos suelen tener un color más claro (de ahí su nombre), mientras que los azules suelen presentar la carne más oscura (es el caso del atun, la sardina, el cazon, la caballa o la palometa). Además, los pescados azules tienen la cola en forma de flecha, de terminación en punta, mientras que los blancos la presentan en forma recta o de abanico.

Conviene destacar que, a pesar de que estos pescados gozan de mayor popularidad debido a que sus múltiples beneficios y propiedades los hacen necesario en nuestra alimentación diaria, además existen los semigrasos (también llamados hibridos), que contienen un porcentaje de grasa de entre un 2 y 5%. Estos generalmente se clasifican como azules porque sus características se aproximan más a las del pescado azul y, de entre ellos, destacan la dorada, el besugo, la lubina o el salmonete.

Características del pescado blanco

La principal razón por la que las recetas elaboradas con pescados azules se sitúan en primera línea de recomendaciones semanales en términos de alimentación es que superan en grasas buenas, esto es, ácidos grasos insaturados al pescado blanco. Entre estos ácidos se encuentra el omega 3, que son grasas esenciales para el correcto funcionamiento y desarrollo de nuestro organismo y que solamente podemos adquirir comiendo este tipo de peces.

Sin embargo, aunque en menor medida, el blanco aporta también omega 3, por lo que no debe faltar en nuestra dieta cada semana, debido también a su amplio contenido en proteínas y minerales de calidad, entre los que destacan la vitamina B y D, el potasio, el sodio, el fósforo o el calcio. Debido a estas propiedades, es recomendable que personas con problemas renales y de osteoporosis lo incluyan en sus recetas habituales.

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 Además, si tienes colesterol, debes añadir a la lista de la compra pescados blancos debido a que, su bajo contenido en grasa, ayuda a reducir el colesterol "malo". Por otra parte, al igual que los pescados azules, los blancos son un alimento idóneo para los más pequeños de la casa, ya que favorece el crecimiento. ¿A qué estas esperando para ponerle en el plato una pieza o un filete de pescado fresco? ¡Hay muchas razones por las que debes incluirlo en tu dieta y aprovechar sus beneficios!


Por otra parte, previene el hipotiroidismo así como enfermedades cardiovasculares, cancerígenas y degenerativas. También, debido a que es fácilmente digerible, se suele recomendar en cada dieta para aquellas personas con problemas digestivos o que buscan reducir al máximo su acido úrico en sangre. Y, por si fuera poco, ¡no engorda! A diferencia de otros alimentos procesados menos saludables y mas grasos, el pescado blanco fresco es una gran fuente de vitaminas sacia enseguida y es ideal para mantener el hambre a raya. 

No obstante, a pesar de que la infinidad de ventajas y beneficios que podemos descubrir en este alimento, también cuenta con sus contras o desventajas, entre ellas, la cantidad variable de mercurio que puede contener. Como ocurre con todo tipo de pescado, éste contiene un componente con potencial tóxico que, si se consume en exceso, puede ser dañino para el organismo.

Con ello, otro de los factores potencialmente peligrosos en este y todos los pescados es el anisakis, un parásito que en nuestro cuerpo produce problemas gastrointestinales, así como otras alergias, de modo que si no se cocina bien o no se congela previamente puede afectar a nuestro cuerpo. En todo caso, lo ideal es que combines los dos tipos de pescado en tu dieta habitual y vayas alternando las recetas con el fin de obtener todos los beneficios necesarios para tu organismo.

Recetas con pescados blancos

La lista de pescados blancos incluye ejemplares que puedes encontrar en cualquier supermercado o centro especializado en alimentación: gallo, bacalao, merluza, panga, congrio, rodaballo, lenguado, mero, cabracho, rodaballo, rape o abadalejo. Al igual que con el resto de opciones de este producto, se pueden preparar de diferentes maneras (a la plancha, al horno, frito, a la parrilla, en un guiso...) y en diferentes cortes (en filetes, en tacos...). En definitiva, todo parece indicar que la receta que escojas será deliciosa e insuperable.

A continuación, te proponemos dos muy sencillitas que puedes probar para que el resultado sea aproximado al que puedes ver en cualquier anuncio de publicidad. Colócate el delantal y ¡al ataque!

 

Gallo al horno con vino blanco y limón

Esta es una de las recetas más ricas y fáciles de preparar, puesto que no necesitas muchos ingredientes y, además, no vas a tardar casi nada en tenerla lista. Para empezar, es importante que tengas a tu disposicion los siguientes ingredientes, asi como aceite de oliva, sal gorda y pimienta:

4 filetes de gallo (pueden ser frescos o congelados)
3 ajos
1 limón
2 hojas de laurel
100 ml de vino blanco
20 g de tomillo

En el caso de que tengas los filetes de gallo congelados, es necesario que los descongeles la noche anterior. Si se te ha olvidado por las circunstancias que sean, puedes descongelarlos metiéndolos en una bolsa de plástico zip, cerrarla bien e introducirla en una olla con agua caliente que alcance los 37 grados. De ese modo, la textura del gallo no cambiará, por lo que al descongelarlo quedará como si fuera fresco. 

Por otro lado, ralla la piel del limón en un mortero y añade el perejil picado, los ajos, el zumo del limón y aceite de oliva (unas tres cucharadas). Una vez lo hayas majado para mezclar bien todos los ingredientes, aplicalo sobre los filetes de gallo (previamente colocado en una fuente) y añade el laurel junto con la cucharada de tomillo. Incluye después el vino blanco y déjalo reposar unos 15 minutos mientras el horno se calienta (debe llegar a los 200 ºC).

Cuando los filetes de gallo ya hayan reposado, dales la vuelta y los introduces en el horno alrededor de 25-30 minutos con sal y pimienta. Para servirlos, añade rodajas de limón et voilà! Si prefieres lenguado, dorada o rodaballo también puedes aplicar esta misma receta. ¡El resultado será impresionante!



Para elaborar esta receta, necesitarás básicamente los mismos ingredientes que hemos mencionado anteriormente, así una merluza en rodajas, cebolla, caldo de pescado, harina y almejas finas (no son imprescindibles, pero pueden ser el perfecto acompañamiento de tu plato).

Pica bien los ajos y ponlos a freír en una sartén sin que se quemen (de lo contrario, amargarán la receta) para añadir a continuación la cebolla rallada. Sofríe a fuego lento y añade la harina removiendo bien y rehogando los ingredientes hasta que queden bien integrados en la mezcla. Con el objetivo de que no se formen grumos, añade el vino blanco y el caldo de pescado y sigue removiendo.

Mientras lo dejas cocer, unos 10 minutos, pica perejil para echarlo a la olla e introduce cada pieza de merluza fresca previamente salpimentada junto con las almejas si finalmente deseas incluirlas en la receta. Para que se cocine, tapa la cazuela y deja cocer la merluza a fuego medio durante 5-10 minutos hasta que las almejas se hayan abierto. Puedes repetir los mismos pasos con otros pescados como el mero, el rodaballo o el cazón.

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