El esfuerzo por rescatar a Haití llega a punto de inflexión

Haití avanza descalzo y hambriento, entre escombros y disparos, pero las más recientes medidas encaminadas a devolverle un mínimo de orden han hecho germinar la semilla de un mañana posible.
La declaración conjunta de la Administración Trump y del gobierno dominicano que tipifica a las bandas haitianas como organizaciones terroristas, la detención en Estados Unidos de empresarios acusados de financiarlas y la propuesta de una misión militar ampliada marcan un viraje decisivo en la forma de encarar la crisis.
Son acciones de mayor calado que las emprendidas hasta ahora, pues golpean de manera simultánea la legitimidad de las pandillas, sus fuentes de financiamiento y el dominio armado que mantiene al país vecino en zozobra. Al ser consideradas terroristas, se clausuran espacios de tolerancia y se habilitan instrumentos legales más severos contra sus miembros. Al perseguir a quienes las financian, se busca cortar el flujo de dinero y armas que nutre su poder. Y con el refuerzo militar que plantea Washington —una misión más robusta que la encabezada por Kenia—, Haití podría recuperar territorios hoy sometidos a la violencia.
En este avance, conviene reconocer a quienes han movido las piezas. En primer lugar, al gobierno dominicano, que ha librado una persistente cruzada en organismos internacionales y, particularmente, ante Washington, para evitar que la tragedia haitiana siga condenada al olvido. Y, en segundo término, a la Administración Trump, que ha decidido enfrentar el desafío sin rodeos.
No se ha alcanzado aún la solución definitiva, pero se ha abierto la puerta a una etapa distinta: un esfuerzo internacional más firme, que deberá acompañarse de una profunda asistencia técnica para reconstruir instituciones, asentar un orden duradero y, con ello, hacer de Haití un país capaz de atraer inversión y forjar posibilidades reales de desarrollo.
La urgencia late en los números de su economía y en las cicatrices sociales que ésta deja. Según el Banco Mundial, el PIB se contrajo un 4,2 % en 2024 y volverá a retroceder en 2025. El desempleo ronda el 15 %, y la pobreza alcanza al 63 % de la población. Para 2025, se proyecta que un 14,8 % de los haitianos sobreviva con menos de 2,15 dólares diarios (PPP ajustado), mientras la inflación y el costo de los alimentos castigan con mayor crudeza a los hogares más pobres, obligados a destinar casi todo su ingreso a la mera subsistencia.
Son heridas profundas, cicatrices que el tiempo no ha cerrado. Y, sin embargo, en este nuevo horizonte se asoma una esperanza: la posibilidad de que el pueblo haitiano recupere sueños que ni la pólvora ni el hambre han logrado apagar.