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Lo que dice Omega cuando le preguntan por Yeni Berenice

Omega “El Fuerte” se considera un hombre nuevo. Su manera de hablar es más pausada y precisa. Su discurso y comportamiento exponen a un ser humano muy distinto al que años atrás era más seguido en los medios de comunicación por las controversias y episodios violentos que por su trabajo artístico.

Hoy, tras una transformación espiritual se observa diferente, sin miedo y con el perdón en su corazón. Así de fácil confiesa haber perdonado a su madre biológica y a la fiscal Yeni Berenice Reynoso, a quien enfrentó fruto de su comportamiento por violencia de género.

El merenguero urbano confesó haberse quitado de la espalda un gran peso que cargaba, fruto de la ira, el resentimiento y el dolor que albergó desde muy niño, como consecuencia al rechazo que sufrió de parte de su progenitora biológica.

Omega tiene una historia conmovedora, pues explicó que su madre lo abandonó cuando apenas tenía seis meses de edad y fue criado por una tía.

Omega tiene una historia conmovedora, pues explicó que su madre lo abandonó cuando apenas tenía seis meses de edad y fue criado por una tía.

A seguidas agregó: “Yo estaba enfermo, con sarampión, también estaba feíto, pero el otro era un poquito más blanquito, con lo ojos más amarillos y pelo rojizo. – Yo me voy a quedar con ése. Llévate ese morenito, el chiquito, yo no lo puedo tener” (insistió la madre cuando se iba a separar de su pareja).

Esa es la conmovedora historia que le contaron a Omega desde que era un niño sobre cómo su madre decidió desprenderse de él para toda la vida.

Antonio Peter de la Rosa, su nombre real, fue entregado a una tía paterna, Ercilia de la Rosa, y a su esposo, Sergio Peter (fallecido recientemente), quienes ya eran padres de tres niñas y decidieron quedarse con el bebé enfermo.

Omega creció junto a una familia que le dio amor y se ocupó de formación, pero en el corazón del niño crecía un sentimiento de dolor y resentimiento, fruto de haber vivido el rechazo de su verdadera madre.

Según su relato, cuando tenía 10 años lo llevaron a conocer a su mamá biológica, y el niño con la ilusión de encontrar un abrazo en el regazo de su madre se enfrentó al rechazó.

“Lo primero que me dijo cuando me saludó fue: – mi hijo, pero yo no te quiero ni te puedo tener-. Y le respondí: – yo lo que vine fue a saludarla y a conocerla. Tenía como ciento y pico de pesos en monedas y se los di” (su madre le aceptó el dinero), recuerda él.